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—¿Clemente Pérez?

—Presente.

—Pase, por favor. Siéntese. ¿Ha traído el currículum?

—Espere… este es.

—Veamos… Um, qué curioso. Aquí dice que habla usted usando solo una vocal, la E. ¿Es correcto?

—Es.

—Bien, voy a hacerle una serie de preguntas para comprobar si encaja en el perfil que buscamos. Iré escribiendo sus respuestas en el ordenador. ¿Está preparado?

—Teclee, teclee…

—Bien, comencemos. ¿Cuál es su nombre completo?

—Clemente Pérez Menéndez.

—¿Profesión?

—En el presente, bedel.

—¿Cuántos años lleva en el puesto?

—Trece.

—¿Ha desempeñado otros trabajos?

—Vender detergente.

—¿Ganaba buen sueldo?

—Depende del mes.

—¿Por qué lo abandonó?

—Enfermé de repente.

—¿Y eso?

—Gérmenes.

—¿Dónde nació, Clemente?

—En Tembleque.

—¿Y dónde vive actualmente?

—En Elche.

—¿Cómo ha venido hasta aquí?

—En el tren.

—Pero, ¿tiene vehículo propio?

—Yes. Mercedes Benz.

—Yo también, qué casualidad. ¿Qué clase? ¿A, B, C…?

—E.

—Me lo temía.

—Jejejejeje…

—¿Color?

—Verde.

—¿Verde manzana? ¿Verde botella?

—Verde césped.

—Buena elección. ¿Está casado?

—Tres veces.

—¿Cómo se llama su mujer actual?

—Celeste Sempere Yébenes.

—Le resultaría difícil encontrar una mujer con nombre y apellidos sin otra vocal que la E…

—Me esmeré, perseveré.

—¿De dónde es ella?

—Del Penedés.

—¿A qué se dedica?

—Es vedette. ¡Decente, eh!

—No lo dudo. ¿Tiene usted hijos?

—Tres. Déjeme que le enseñe… Este es Pepe, el peque. Me enternece verle crecer.

—Los otros dos son gemelos, ¿verdad? ¿Cómo se llaman?

—El de verde, Efrén. El de celeste, René.

—Parecen todos muy majos. ¿Le gustaría cambiar algo de ellos?

—Que leyesen en vez de ver tele.

—¿Y usted, suele leer?

—En el retrete, preferentemente.

—¿Qué tipo de libros?

—Best-sellers.

—¿Cuál es su escritor preferido?

—Pérez-Reverte.

—Bien, ahora voy a hacerle unas preguntas un tanto delicadas. ¿Se considera buena persona?

—Depende.

—¿Es agresivo?

—Eh, eh… frene. ¿Qué pretende?

—Bueno… nos consta que tiene antecedentes policiales. ¿Le importa que hablemos de ello?

—Dele, dele…

—Le detuvieron por agredir a su jefe. ¿Por qué motivo?

—Me debe tres meses. ¿Qué se cree ese pelele? Merece que le breen.

—Y otro altercado con un contrincante en un concurso de pesca. ¿Qué le dijo para que usted le agrediese?

—“Ese pez me pertenece, mequetrefe”.

—Y usted, ¿qué hizo?

—Excederme. Le reventé.

—Después de aquello, no constan más denuncias.

—Es que me enderecé.

—No le resultaría fácil.

—Me empeñé en ser gente decente. En tres meses me regeneré.

—Me alegro por usted. Si no le importa, vamos a hacer un pequeño descanso. ¿Le apetece tomar algo?

—Beberé té verde.

—¿Solo?

—Échele leche.

—¿Está bien así?

—Fetén.

—Um, creo que mi café está demasiado caliente.

—Espere que se temple.

—Bueno, sigamos con las preguntas.

—Dele.

—Dígame, ¿cómo era de pequeño?

—Enclenque, endeble. El nene que teme que le peguen.

—Y ahora, ¿cómo se definiría?

—Vehemente, rebelde.

—¿Es religioso?

—Levemente creyente.

—Se le ve en buena forma, Clemente. Tiene pinta de cuidarse mucho…

—Me repele envejecer.

—¿Lleva algún tatuaje?

—Este de Peret.

—¡Vaya! A mí también me gusta. ¿Tiene discos suyos?

—Tres elepés.

—¿Y toca usted algún instrumento?

—El djembé.

—Bueno, vamos a ir terminando. Me duelen las muñecas de teclear…

—Échese Réflex.

—Prefiero tomar una aspirina. ¿No tendrá una, por casualidad?

—Espere, déjeme ver en el neceser… ¿Efervescente?

—Me vale cualquiera, gracias. Dígame, ¿se ha presentado a otras entrevistas de trabajo recientemente?

—En este semestre, trece veces.

—Por cierto, ¿le han explicado en qué consiste el puesto que ofrecemos?

—Brevemente.

—En caso de ser seleccionado, ¿cómo quiere que se lo comuniquemos? ¿Email, whatsapp…?

—Ese eme ese, preferentemente.

—Muy bien. Pues nada, ya le escribiremos. Le deseo suerte.

—Tendré fe.

—¿Y esto… qué es? ¿Pretende sobornarme?

—Serénese. Quédese este presente.

—No puedo aceptarlo.

—Debe. Es menester.

—¿Qué es? ¿Una botella de vino?

—De Jerez. Es excelente.

—Ah, en ese caso… está usted contratado.

—¡Ele! ¡Béseme, jefe!

—Mejor le estrecho la mano.

—Estreche, estreche.

—Bueno, pues mañana mismo puede empezar. Si tiene alguna pregunta…

—¿El cheque?

—A final de mes, amigo.

—Jejejeje…

 

FIN.

https://www.safecreative.org/work/1901099564598-el-hombre-que-hablaba-solo-con-la-e

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