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(Ilustración de Javier Granados)

(Instagram @javiergranadoscenteno)

El 23 de octubre de 1940, el dictador español Francisco Franco se reunió con su homólogo alemán, Adolf Hitler, en la estación de ferrocarril de Hendaya, al sur de Francia. Existen imágenes de vídeo que muestran a ambos mandatarios saludándose efusivamente en el andén antes de acceder al interior del tren alemán a entrevistarse, pero nunca se ha sabido a ciencia cierta qué se dijeron en aquella breve conversación inicial. Con la ayuda de un experto en lectura de labios, hemos descifrado cuáles fueron sus palabras.

—»Jelou, mai frien Adolfo. ¿Jau ar yu?»
—Buenas tardes, Francisco.
—¡Anda, coño! ¿Hablas español?
—Visto el inglés que te gastas, no me queda otra, amigo.
—Toma, te he traído lo que me encargaste.
—¿La bata de cola? ¡Oh, fantástico!
—A tu Eva le va a quedar de maravilla.
—Muchas gracias. ¡Es preciosa! Bueno, ¿qué tal si subimos a mi tren y te lo enseño por dentro? Tengo un vagón “especial”, con una buena colección de látigos, esposas, cadenas…
—Ah, pero… ¿también torturas en el tren?
—¿Torturar yo? No, qué va. Eso se lo dejo a mis oficiales. Lo del vagón es para uso… personal. No sé si me entiendes.
—¡Ay, tunante! Así que ahí dentro te diviertes con tu moza, ¿eh? Je, je, je…
—No, no, a Eva estas cosas no le van. Ella es de gustos muy convencionales. Digamos que tengo una doble vida y a veces soy un poco… travieso, ya sabes.
—Creo que no te estoy entendiendo bien.
—¿Ves a este de la gorrita que está a tu derecha? Pues viniendo de Berlín se ha puesto golosón y le he medido el aceite dos veces. Esta noche se va a tener que comer los garbanzos atados con un hilo para que no se le salgan.
—Ahora sí que lo he entendido. Me parece que lo de entrar a ese vagón no lo veo yo muy claro, Adolfo.
—Pues dicen que el que lo prueba repite.
—Es que a mí las relaciones carnales no me suscitan ningún interés.
—Bueno hombre, pero con tu mujer imagino que sí…
—No, no, ni hablar. Sólo nos apareamos una vez hace quince años para concebir a nuestra hija, y lo hicimos en presencia del vicario de Melilla.
—Vaya con el puritano… Oye Francisco, ¿te puedo hacer una pregunta?
—Dime.
—Eso que cantan sobre ti… ¿es cierto? Me refiero a lo del culo blanco*.
—Pues sí. En verano me gusta tomar el sol, pero jamás me quito el bañador.
—Mmmmmm…. Con lo que me gusta a mí un culete gordo y blanquito…
—¿Te puedo hacer yo una pregunta a ti, Adolfo?
—Dispara.
—La bata de cola… no es para Eva, ¿verdad?
—Ahí me has pillado. Anda, tira para dentro, bandido…

FIN.

*Nota aclaratoria: hace varias décadas se hizo popular una canción en tono de burla cuya letra aseguraba que el dictador español tenía el trasero blanco porque su mujer lo lavaba con el detergente Ariel.

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