(Ilustración de Segundo Deabordo)
Blancanieves, Rapunzel, La bella durmiente, La princesa y el sapo… Son muchos los cuentos clásicos protagonizados por jovencitas que llaman la atención por su belleza, ¿verdad? Pues esta vez no. Si en algo destacaba la protagonista de esta historia, era por ser poco agraciada. Muy poco agraciada. Tirando a fea. Buena persona, sí, eso no se discute. Pero era muy fea, qué le vamos a hacer. Además, fumaba como un carretero —por eso la llamaban Cenicienta— y le olía el aliento como si se hubiera comido una rata que también fumase.
Su padre —bastante feo también— había enviudado años atrás y volvió a casarse con una señora que tenía dos hijas de un matrimonio anterior. Las tres eran muy soberbias y trataban a Cenicienta con gran desprecio.
La situación empeoró cuando el padre falleció de una manera muy estúpida: se perforó el bulbo raquídeo intentando comerse el último trozo de un pincho moruno. A partir de ese incidente, Cenicienta se convirtió en la sirvienta de la casa. Se hacía cargo de todas las tareas domésticas, mientras la madrastra y sus hijas se dedicaban a visitar tiendas a costa de la fortuna heredada del difunto.
Un día, una señora muy acaudalada del pueblo organizó una gran fiesta con el objetivo de emparejar a su único hijo, que a sus treinta y cinco años seguía viviendo en casa de sus padres sin oficio ni beneficio. O, como se suele decir, a la sopa boba.
La noticia llegó a oídos de la madrastra y a esta se le hizo la boca agua imaginando a cualquiera de sus dos hijas casada con el muchacho. Cenicienta, que no había conocido varón hasta la fecha, también se enteró del acontecimiento y le pidió a la madrastra permiso para asistir.
—Me gustaría ir a la fiesta.
—¿Has fregado?
—Sí.
—¿Has planchado?
—Sí.
—¿Y has sacado brillo a la cubertería?
—Ehhh… no, eso no.
—Pues ya tienes tarea.
Madre e hijas se pusieron sus mejores galas y se marcharon al evento. Cenicienta se quedó en casa, llorando desconsoladamente. Tanto y tan fuerte lloraba, que una vecina curiosa se asomó por la ventana.
—¿Qué te ocurre, Cenicienta? ¿Puedo hacer algo por ti?
—Yo… sniff, sniff… Quiero ir al baile que van a celebrar en el pueblo y que el hijo de los anfitriones se enamore de mí.
—Lo primero lo veo fácil. Lo segundo… a ver cómo te lo digo de forma suave…
—No hace falta que me lo digas. Ya sé que soy fea.
—¡No, mujer! No eres fea, eres… Eres… Bueno, sí. Eres muy fea, para qué lo vamos a negar. Pero conozco a alguien que puede ayudarte.
La vecina le explicó que una prima suya trabajaba de esteticista en un programa de televisión en el que cogían a gente poco agraciada y conseguían que pareciesen —insisto, pareciesen— medianamente guapos. La hicieron venir a casa y sin más demora se puso manos a la obra. A base de postizos, implantes y varias capas de maquillaje, logró dejar a Cenicienta bastante apañada.
—Escucha, nena —le advirtió la prima—. Este maquillaje te va a durar como mucho cuatro horas. Ahora son las ocho, así que calcula.
Después le puso un vestido estupendo y unos zapatos de cristal. Iba hecha toda una princesa.
—¡Muchas gracias! —exclamó Cenicienta abalanzándose sobre ella para abrazarla.
—Una cosita más… —dijo la prima apartándola y arrugando la nariz—. ¿Vas a ir en coche?
—Sí.
—¿Y tienes un ambientador?
—Sí. De frutos rojos.
—Pues enjuágate la boca con él, bonita. Y que tengas suerte.
Haciendo caso de los consejos de la esteticista, Cenicienta se montó en su coche y se presentó en la fiesta. Nadie, ni siquiera la madrastra o sus hijas, la reconoció debido a la cantidad de pintura que llevaba encima.
En cuanto la vio entrar, el adinerado joven se encaprichó de ella y se pasaron la noche conversando y bailando muy arrimados. Fue todo un flechazo.
Pero al filo de la medianoche, tal y como había predicho la esteticista, Cenicienta notó que la costra de maquillaje que ocultaba su verdadero rostro se le empezaba a cuartear.
—¡Lo siento, tengo que marcharme! —gritó mientras salía a toda prisa hacia el coche para regresar a su casa.
El muchacho corrió a buscarla, pero no llegó a tiempo. Solo pudo recoger uno de los zapatos que Cenicienta perdió en la huida.
Al día siguiente, el mozo se puso tan pertinaz, que convenció a su madre para ir casa por casa haciendo que todas las jóvenes se probaran el zapato de cristal, buscando a la que le encajase a la perfección para prometerse con ella.
Después de recorrer casi todo el pueblo, no habían encontrado aún a la muchacha deseada. La madre estaba perdiendo la paciencia.
—¿Tú estás seguro de que la chica llevaba puesto este zapato?
—Que sí, mama, que sí.
—Pues hijo, yo le veo que tiene una forma muy rara. Si es que no parece un zapato.
La última casa que visitaron fue la de Cenicienta. Al llegar, la madrastra intentó que el zapato le encajase a alguna de sus dos hijas por la fuerza, pero no hubo manera. A punto estaban de marcharse, cuando apareció Cenicienta —en su estado natural, sin maquillar— y abalanzándose sobre el muchacho dijo:
—¡Trae aquí ese zapato!
Cuando se quitó la alpargata que calzaba, dejó al descubierto un pie que no parecía de una persona. Era un pie plano, o desparramado, con juanete, espolón, unos dedos en martillo, otros en garra, unos callos como pezuñas y las uñas como un águila imperial. El joven se puso pálido y su madre se llevó la mano a la boca reprimiendo una arcada.
Para sorpresa de todos, el zapato de cristal encajó a la perfección. Cenicienta sonrió mostrando sus dientes grises por el tabaco y, con la emoción al borde del llanto, dijo:
—Entonces… ¿nos vamos a casar?
El muchacho miró a su madre con una cara que era mezcla de angustia, asco y súplica.
—Por supuesto que sí —dijo ésta—. Vamos a ir un momento al coche a coger los anillos para formalizarlo.
Madre e hijo salieron a la calle. Al cabo de unos segundos se escuchó un motor de coche que arrancaba a toda velocidad haciendo chirriar las ruedas. Nunca más se supo de ellos.
P.D.: Sé que ustedes, que tienen buen corazón, deseaban un final feliz para la desdichada Cenicienta. Pero ya les había advertido que la muchacha era muy fea —tanto o más que sus pies— y el mundo es a veces un lugar demasiado cruel.
Mírenlo por el lado positivo: ninguna perdiz fue sacrificada al acabar esta historia.
FIN.
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Si es que no nos podemos fiar de un niño de mamá y papá… muy graciosos tus cuentos revisados!
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Muchas gracias, me alegra que te diviertan
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Divertidísimo y cruel como la vida misma 😀
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Muchas gracias, me alegra que te haya divertido 🙂
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¡Gracias por las risas! 🤣😍
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Muchas gracias, me alegro que os guste 🙂
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Genial, muy divertido y realista. Basta de tanto cuento cursi!
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Muchas gracias Silvana 🙂
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Muy bueno tu humor, Capitán. Y muy lograda la versión del cuento.
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Gracias, muchas gracias Sonia 🙂
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¡Has hecho real el cuento! No se han cumplido mis pronósticos: habría jurado que iba a fumar algo distinto al tabaco para que apareciera el hada madrina. Pero la prima mascaba chicle mientras la preparaba y hablaba, ¿a que sí?
Muy divertido, y gran broche la frase final.
¡Buen domingo!
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Efectivamente, la prima mascaba chicle. Has inferido muy bien. Y tenía mechas, pendientes enormes y los ojos pintadísimos. Si no, ¿cómo iba a decir la frase «escucha, nena»…?
Gracias por pasarte, Luna.
Buen domingo a ti también 🙂
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Genial compañero. 😊
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Muchas gracias Javier 🙂
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Muy actual y divertido, me ha hecho mucha gracia
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Me alegro, Montse. Gracias 🙂
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Muy bien. Saludos y adelante con esas historias escabrosas…
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Muchas gracias 🙂
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Un poco cruel… como la vida misma. Y divertido, lo mejor lo de las perdices para dejar con buen sabor de boca. Un saludo!
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Así es la vida… a veces. Muchas gracias Cristina 🙂
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Brutal
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Gracias 🙂
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Saludos desde Buenos Aires, Capitán. Me encantan sus historias.
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Muchas gracias Soledad, me alegra mucho tener lectores en su tierra. Un saludo 🙂
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Los cuentos, con cuanta menos azúcar mejor. Muy bueno 👏👏
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Muchas gracias gracias Carlos 🙂
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Me gustan mucho tus versiones de cuentos, les das un rollo muy divertido y actual. Felicidades.
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Muchas gracias Mari Cruz. Muy amable 🙂
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Ay qué triste…. y no podríamos recurrir a algún hada madrina?
Gracias Capitán desde el aeropuerto de Quito
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Capitán carallo vete al carajo pues has destrozado con tu imaginación desbordante un cuento precioso. Buenas noches.
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No sé si tomarlo como un cumplido… 🤔🙂. Gracias en cualquier caso 🙂
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A estas alturas… difícilmente. 🤷🏻♂️
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Lo he leído todo el rato con una sonrisa y se me han escapado varías carcajadas. Es genial, gracias por escribir estas cosas.
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Muchas gracias a ti, Silvia, por leerme y comentar 🙂
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Me ha dado pena la pobre Cenicienta, pero confieso que me he reido con el cuento. Gracias por compartirlo.
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Gracias a ti Elisa 🙂
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Mucho más creíble tu versión… y divertida. Enhorabuena 👌🏻
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Muchas gracias Israel 🙂
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Muy bueno 👏👏
Molaría una segunda parte para saber cómo acaba Cenicienta
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No es mala idea, Paco. Muchas gracias 🙂
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Jajajaja muy bueno,!
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Muchas gracias María del Carmen 🙂
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La descripción de los pies ha sido demasiado dura para mí, la pobre Cenicienta me daba pena hasta ese momento, luego me han dado arcadas como a la madre del personaje. «callos como pezuñas», jajaja muy bueno. Un saludo
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Muchas gracias Náufrago. No te hacía yo tan sensible 😂
Un abrazo
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Buenas noches. Te acabo de descubrir. He leído varios textos tuyos y son geniales, originales y muy divertidos. Te felicito.
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Me alegra lo que me cuentas, J Antonio. Bienvenido a bordo y muchas gracias 🙂
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Tienes ideas muy divertidas y las escribes con mucha gracia. Enhorabuena. Me declaro admirador tuyo desde ya mismo.
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Muy amable, Jesús. Muchas gracias por leerme 🙂
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Así tenían que ser los cuentos, sin tanta azúcar. Que luego salen los niños medio atontaos 😁
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Pues eso digo yo 🙂
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Eres muy grande, Capitán. Gracias por tus relatos 🙏🏻
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Muchas gracias Merche 🙂
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Muy logrado el paralelismo vital de las dos cenicientas. Me gusta más la tuya a pesar de lo fea y de los pies. La otra tiene mucho almibar, jajajá. Ésta es más creíble. Una vez más, enhorabuena, Capitán.
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Muchas gracias Fernando, celebro que te haya gustado 🙂.
Es lo malo de los cuentos clásicos, que vienen un poco «desaboríos». Por eso lo de «escabecharlos» 🙂
¡Un abrazo!
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Muy bueno el cuento. La ilustración también mola, no la entiendes hasta que no lo has leído y resumen lo principal. Buen equipo!
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Has pillado el juego, Germán 😉
Muchas gracias 🙂
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Me ha encantado, tiene momentos muy buenos: la rata que también fumaba, el pincho moruno, la prima esteticista, el ambientador, el pie… y las perdices 😂😂
Bravo, Capitán Carallo. Cada día me gusta más 👍🏻👌🏻
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Muchas gracias Estrella, me alegra que te guste 🙂
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Muy buen cuento. Y completo. Se debería leer en primaria.
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No estaría mal, Antonio. Gracias 🙂
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Qué bueno. Propongo una recopilación de estos cuentos en papel, son geniales.
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Una muchacha fea, un padre idiota, una madrastra y hermanastras más malas que un dolor… ¿qué podía salir mal? 😀😀😀
Muy bueno, Carallo 👏👏
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Jajaja, muchas gracias López 🙂
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Muchas gracias Marta 🙂. Quién sabe, quizás algún día…
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Pondriós como me he reído!!!!… de ahí el dicho ¡Eres más tonto que un pincho moruno! (y si no lo hay, a partir de ahora ya sí). Por cierto, sí, me he intentado imaginar el pie de cenicienta (y la forma del zapato) cuando has empezado la descripción, pero he dejado de imaginar a partir de «espolón»… XDDDDDD. Saludos crack
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Ese pie no era cosa menor, Joorch 😀
Muchas gracias, como siempre 🙂.
P.D.: te eché de menos la semana pasada en la entrevista a la Momia. El final es de los tuyos 😉
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Jajaja… te leí Capi, lo que pasa es que lo hice desde el móvil de mi mujer y no te escribí comentario, luego se me pasó… voy a ello!! 😉
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«le olía el aliento como si se hubiera comido una rata que también fumase» 👏🏻👏🏻😂😂
Muy bueno el cuento, Carallo.
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Muchas gracias José 🙂
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Dí que sí. Llamemos a las cosas por su nombre. Los feos somos feos, y punto.
Y los escritores geniales son escritores geniales, como vos.
Enhorabuena, Capitán
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Muy generoso, Marcelo. Mil gracias 🙂
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Me encarta cuentos irónicos y realistas .huyendo de lo convecional
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Me alegro, Gloria. Gracias 🙂
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Muy buena la coletilla de la perdiz, Jajajajaja. Muy divertido como siempre, Capitán.
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Muchas gracias Belén 🙂
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Muy bueno el cambio del hada por la esteticista. Y lo del pincho moruno… 😂👌🏻
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Muchas gracias Gonzalo 🙂
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Efectivamente, el mundo es un lugar cruel. Pero tu versión del cuento es genial 😂😂
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Gracias Sara, muy amable 🙂
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