Teresa Flauta quería ser encantadora de serpientes, pero tenía pánico a los ofidios. Un día descubrió, por azar, que las ristras de salchichas eran casi tan obedientes como las serpientes, pero mucho menos peligrosas. Y, además, se las podía comer para merendar.
También probó con otros embutidos, como las morcillas, pero estas no le hacían ni caso.

FiN.

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