Enrique Tozudo creó su propia empresa de demolición, compuesta por él mismo y un casco. El primer día de trabajo contó hasta tres y se lanzó de cabeza repetidamente contra un hangar de madera.
El hangar acabó derribado en cuestión de hora y media. A Enrique lo enterraron esa misma tarde.
Sus hijos heredaron la empresa, pero, por lo que sea, ninguno se quiso hacer cargo de ella.

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