
En 1968, los organizadores del concurso Miss Universo decidieron que la ganadora no solo tenía que ser bella, sino que debía mostrar alguna habilidad especial para alzarse con el título.
La representante de Venezuela saludó al jurado en catorce idiomas diferentes y después se hizo la muerta muy bien durante un buen rato.
No ganó, pero estuvo cerca.
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